La anatomía normal del pie presenta en el borde interno un arco o puente que es diferente en cada individuo.
Así, cuando miramos el pie de lado por el borde interno podemos encontrar individuos con una configuración del arco normal, con una disminución en la conformación de su arco que se denomina pie plano, o con un aumento en la configuración de su arco que se denomina pie cavo.
Determinados individuos que presentan una configuración excesiva de su arco interno pueden presentar una serie de problemas asociados con el pie cavo. Estos problemas van desde dolor en la zona metatarsal o del talón, esguinces de inversión, dolor en las piernas o incluso dolor lumbar.
Generalmente en el pie cavo existe un aumento de inclinación de los huesos metatarsales con respecto al suelo y en ocasiones también del talón. Como resultado de esto, la superficie de contacto del suelo con el pie queda reducida en comparación con otras configuraciones del pie con menor arco. Esto hace que las presiones plantares en las zonas de contacto aumenten al tener menor superficie de apoyo y pueden aparecer dolores en la zona del antepie o del talón debidos a un aumento de presión que tienen un marcado carácter mecánico.
Igualmente estos pies presentan un comportamiento mucho más rígido en sus articulaciones durante las actividades de andar o correr. A la vez, un porcentaje de estos pacientes presentan tendencia a volcar el pie hacia fuera apoyando más por el borde externo del pie con mayor tendencia a provocarse torceduras o esguinces.
Las consecuencias de todo esto son que los pacientes presentan una menor capacidad de amortiguación de los impactos de las fuerzas reactivas del suelo especialmente en situaciones dinámicas de salto y carrera y pueden acabar desarrollando dolores articulares en la rodilla, cadera o zona lumbar.
Un porcentaje relativamente elevado de estos pacientes presentan problemas neurológicos asociados a la presencia de pie cavo y es necesario en ocasiones una exploración neurológica de los músculos y la sensibilidad en las extremidades para completar la valoración del paciente. En ocasiones las molestias derivadas del pie cavo constituyen los primeros síntomas de algún problema neurológico subyacente que es necesario que sea valorado por un neurólogo especialista.
El tratamiento de estos casos es principalmente sintomático y está centrado en reducir la sintomatología asociada al pie cavo mediante el uso de plantillas, zapatos con amortiguación especial o incluso férulas para el tobillo.
Estos tratamientos disminuyen las molestias que pueden aparecer en estos pacientes pero no están centrados en la corrección de la deformidad por lo que tienen que usarse de forma continua.
En ocasiones en las que la marcha de los pacientes está muy alterada y presentan gran inestabilidad, la cirugía puede ser un tratamiento eficaz que ayuda a estos pacientes a mejorar su deambulación reduciendo la deformidad y el dolor.